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No quiero dejar de ser.

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Subí las escaleras de dos en dos, quería contarle a mi madre el día tan fabuloso que había tenido en el colegio y todas las cosas que había aprendido en Ciencias de la naturaleza. ¡Acababa de decidir que quería ser bióloga! Abrí la puerta y al final del pasillo, en la salita de estar, me esperaban varias personas. Pasa cariño, me dijo mi madre y cerraron la puerta. En ese momento, en esa estancia, acabaron todos mis sueños. Mi madre me dijo: cariño, no tenemos  dinero para llevar al colegio a tus hermanos pequeños y al ser tú la mayor tienes que ponerte a trabajar, eres ya toda una mujer. Sé que es duro, pero ellos son hombres y se les da mejor los estudios…—ya no la escuchaba, lo veía todo borroso. De mis ojos caían ríos de agua salada, los cuales llegaban hasta mis labios donde rebosaban… Al día siguiente, comencé a trabajar en la casa de una señora adinerada del pueblo. Muchos años después conocí a un buen chaval, hacía chapuzas en casa de la señora y me enamoré de él.

Estación sin salida

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Dicen que todos tenemos un doble en alguna parte y yo lo encontré dentro de un espejo. Un viejo vagón de metro. Me despierto en mi asiento, sobresaltada. ¿Dónde está la gente? Estoy sola en el vagón y las puertas están cerradas. ¡No puedo salir! Las luces empiezan a fallar, se oye un sonido, como si alguien hubiese dejado un grifo abierto. Tengo la sensación de tener los pies húmedos, miro hacia el suelo. ¡El vagón se está llenando de agua! Me muevo de un sitio a otro, buscando una salida. Veo venir una ola gigante acercándose hacia mí, me protejo la cabeza con las manos y dejo de respirar. La ola me lanza de un lado a otro, metiéndome en un remolino de agua. ¡Es salada! De pronto igual que vino el agua, se fue, quedé tirada en el suelo. Chorreando. Levanté la cabeza del suelo, no sabía que estaba ocurriendo, no comprendía... Me incorporo  y me dirijo a la puerta más cercana, intento abrirla. ¡Sigue cerrada! Pongo la mano en el cristal de la puerta para mirar hacia

Oxígeno, nitrógeno y argón.

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Soñé por un momento que era aire... y subí a las nubes y lloví. Caí en los ríos, yací en el mar con un pulpo de ocho corazones. Y me evaporé... Viento huracanado, truhan malvado. Lluvia perezosa que me moja azarosa. Frío sin corazón que me nieblas la razón. Son los sin sabores de mi tiempo alocado. Todo era arena y agua Todo era mar y tierra Todo fue polvo y charcos Sólo fue una guerra Todo fue un echar de menos Todo fue por un te quiero Sólo fue una mirada Y me ha dolido todo este tiempo Todo será polvo y agua. Hace calor, miro hacia el techo. El ventilador da vueltas y vueltas. Su aire me envuelve en brisas de verano con olor a mar. -Me duele el corazón, sí aquí. -No puede ser, si te doliese ahí ya estarías muerta. -Lo siento, estoy sin vida, acabada, desconectada... Cuando chocas contra una pared varias veces, tienes que pensar en buscar otra cosa que derribar. Un edificio de nueva construcción con materiales menos maleables a las sensib

El montón de arena.

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Miró a aquel extraño hombre a los ojos y, sin muchas dudas, firmó el papel. Debía ser un nuevo cartero, no recordaba haberle visto antes. Cogió el paquete, tenía muchos sellos, uno de ellos tenía un dibujo de un loro verde. Miró el reloj, llegaba tarde al trabajo. Salió de la oficina de correos, llovía a cantaros, todas las tardes había alguna tormenta. Y como siempre sin paraguas-pensó, resignada a mojarse. — ¡Paula! ¿Dónde andas, estas en la inopia?— la zarandeo Damián. Me voy a casa, falta la sala de El señor Bosco por limpiar. ¡Date prisa chica! —Perdona es que mañana tengo examen y ando repasando por los rincones, tengo que aprobar para terminar el grado. ¡Tengo que salir de aquí cuanto antes! — ¿No me digas que no te gusta trabajar en el Museo?—Damián la miraba con asombro. —Mis expectativas van más allá del Fairy y del trapo del polvo... — ¡Ay! ya te iba yo a dar un buen repasón de polvo...—babeaba  mirándola con ojos de cordero. Damián se arrimó a Paula y le di