No quiero dejar de ser.
Subí las escaleras de dos en dos, quería contarle a mi madre el día tan fabuloso que había tenido en el colegio y todas las cosas que había aprendido en Ciencias de la naturaleza. ¡Acababa de decidir que quería ser bióloga! Abrí la puerta y al final del pasillo, en la salita de estar, me esperaban varias personas. Pasa cariño, me dijo mi madre y cerraron la puerta. En ese momento, en esa estancia, acabaron todos mis sueños. Mi madre me dijo: cariño, no tenemos dinero para llevar al colegio a tus hermanos pequeños y al ser tú la mayor tienes que ponerte a trabajar, eres ya toda una mujer. Sé que es duro, pero ellos son hombres y se les da mejor los estudios…—ya no la escuchaba, lo veía todo borroso. De mis ojos caían ríos de agua salada, los cuales llegaban hasta mis labios donde rebosaban… Al día siguiente, comencé a trabajar en la casa de una señora adinerada del pueblo. Muchos años después conocí a un buen chaval, hacía chapuzas en casa de la señora y me enamoré de él.