Los tres caños

Mis pies se hundían en la nieve, hacía un frío glacial. El viento era gélido. Tenía la cara y las manos heladas.
Llevaba andando bastante tiempo, mi coche había decidido dejarme tirada en un paisaje precioso, lleno de nieve.
Me acerqué a lo que parecía ser una fuente, tenía tres caños.

Estaba mirando las palabras que había escritas encima de los caños: salud, suerte y amor. Cuando… sentí una presencia detrás de mí.
-No, no podía ser -pensé.
Me di la vuelta y... por supuesto no había nadie. Tengo que dejar de leer libros de Stephen King -sonreí.

No sabía de qué caño beber. Salud, de momento tenía. Amor, mejor ni hablar. Me decidí por la suerte, esperando que apareciera alguien para ayudarme.

Iba a acercarme a beber cuando algo me habló: -¿Puedo ayudarla? -me preguntó.

Me di la vuelta, no esperaba ver este tipo de hombre por estos lares y menos con el tiempo que hacía.

Era alto, cuerpo atlético y guapo. Iba vestido todo de negro, menos por el collarín blanco que llevaba en el cuello. ¡Vaya, no podía ser todo perfecto! -pensé.

-Se lo agradecería mucho padre, me he quedado tirada en la carretera y no tengo cobertura en el móvil, me ha sido imposible avisar a una grúa -le expliqué.

Por favor llámame Ismael, lo de padre queda ya un poco anticuado, para estos tiempos que corren.

Hoy te será imposible salir de aquí, es muy tarde y con el mal tiempo que hace por esta zona debemos quedar tú, yo y algún jabalí rezagado.
Me llamo Sara -le dije.
Bien Sara, si quieres te puedo dar cobijo en mi casa por esta noche. Es allí arriba, en el seminario de Santa María de los Ángeles. Tengo el todo terreno en la carretera, ¿qué me dices?

La verdad es que no tengo muchas más opciones, recojo unas cosas del coche y podemos irnos.

El seminario se alzaba sobre una ladera bastante escarpada. Era todo bastante fantasmagórico: viento, nieve y ya estaba cayendo la noche. Se oían ruidos alrededor nuestro, supuse que serían animalitos del bosque.

Subimos al coche, era muy antiguo. Tenía colgado en el retrovisor unos cuantos rosarios, cosa normal siendo hombre de Dios. Dentro olía como a moho, a casa vieja... un poquito extraño.

-¿Y qué haces por aquí Sara? - preguntó Ismael.

-He venido a visitar a unos amigos. Viven en Córdoba, debí salir más temprano para llegar esta noche pero me entretuve. Menuda bronca me van a echar.
-Entenderán el contratiempo que has sufrido –dijo para animarme.

Me llevó hasta el hogar de los seminaristas, estuvo enseñándome varios de los edificios. Tenía unos patios preciosos llenos de plantas y fuentes. Y un huerto con una pequeña piscina. Había sido reconstruido varias veces ya que en el pasado hubo varios incendios.
Era un sitio muy acogedor.

A la mañana siguiente, me trajeron el desayuno a la habitación y después Ismael me bajó hasta el coche. Donde ya me esperaba la grúa.
-Muchas gracias Ismael, no olvidaré lo bien que se han portado conmigo.
- No hay que darlas, hacía mucho tiempo que no teníamos visitas en el seminario, ha sido un placer para nosotros. Ven a visitarnos cuando quieras. Y así, me alejé de aquel sitio tan peculiar.

Cuando por fin llegué a mi destino, no podía salir de mi asombro, mis amigos me juraban y perjuraban que el lugar donde había estado estaba cerrado desde el año 1971, las personas que vivían allí se habían trasladado a otro seminario en Córdoba.
¡Entonces!, ¿Dónde había pasado la noche? ¿Con quién había estado en realidad?
¡Estaba muy asustada! Mis amigos me daban a entender que había pasado la noche con fantasmas...
Puedo aseguraros que no volveré para comprobarlo.

Comentarios

  1. Eso es que el.agua tenia alguna sustancia especial

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  2. Sigue aprendiendo, quién sabe.
    Quizás llegues lejos

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