La busqueda de Zythum

Todos los atardeceres ella salía por el barrio antiguo de Toledo. Ese día dejó su cabello suelto, le llegaba hasta la cintura  y era de color dorado. Dependiendo de cómo reflejase la luz en él, cambiaban sus matices.
<<Su nombre era Zythum, la pusieron así sus padres por el elixir que hacían en el  antiguo Egipto, hoy en día sería nuestra cerveza. Se dice que el dios Ra entregó esta bebida a un fiero animal que amenazaba acabar con la humanidad. El animal creyendo que bebía sangre fue engañado y se convirtió en Hator la diosa de la danza…>>
Recorría las calles despacio, observando la vida que llenaba aquel pueblo, impregnándose del olor característico que allí existía, azafrán era el más intenso. Llegaba hasta las tabernas  para catar los deliciosos líquidos conseguidos con cebada y malta…
Esa noche, mientras apreciaba la espuma de una cerveza charlando con unos amigos, le llegó un aroma que  llamó su atención.
—Piensa—se dijo— ¿Era a madera, a flores? —Se fue en busca de esas fragancias que habían impregnado el lugar.
Cuando encontró de donde procedía el delicioso olor, se acercó a él.
— ¡Te llevo buscando tanto tiempo!—le susurró Zythum al oído.
El muchacho era bien parecido, olía a canela, a naranjas amargas…parecía ser perfecto.
Él la miró y quedó hechizado. Se agarraron de la mano y salieron de la cervecería. Sus pasos ya estaban guiados, se dejaban llevar por las calles empedradas, solitarias a esas horas de la noche.
Llegaron a un edificio de piedra, parecía desprender vida propia, estaba lleno de un musgo tan verde, tan vivo. La entrada era un portalón de madera vieja pero bien conservada. Ella empujó la puerta y entraron. La estancia era amplia, estaba llena de depósitos gigantes de madera, olía a caramelo, naranja…
— ¿Sabes a qué hemos venido aquí?—le inquirió ella con ojos de deseo.
—La verdad es que no sé ni cómo hemos llegado—respondió él.
—Estamos en el lugar donde comienza todo, te gustará este lugar. Tu y yo vamos a formar buena pareja, cuerpo y aroma…—le miraba ella sin verle.
Se fundieron en un beso, sus cuerpos empezaron a difuminarse, a fundirse uno con otro, se convirtieron en un remolino de doradas  burbujas. Hasta desaparecer.
Al día siguiente, ella volvió a salir al bullicio de las tabernas. Buscando algo difícil de encontrar…

La perfección. La efímera sensación del amor.

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