Infinito.
A veces me canso. Me canso
de la tristeza, del paso de los días, meses, años. A veces, me canso de
cansarme. Pensando en quién nos engaña con el tiempo... ¿A dónde va? y ¿A dónde vamos?
Esa gota de agua me estaba
poniendo nerviosa. Cuando me acercaba al cristal y miraba a través de
ella, podía ver sin ver. Podía imaginar
que estaba dentro de una burbuja y que todo me resbalaba.
Estaba flotando, me sentía
libre. Me alejaba de mi zona de seguridad, sentía que mi estómago se movía,
debido al nerviosismo que había en todo mi cuerpo.
Podía navegar hacia
cualquier lugar y nadie me lo iba a prohibir. Había tomado una decisión y la
llevaría hasta las últimas consecuencias.
Puse rumbo hacia mi destino,
rumbo hacia el espacio exterior...
Estaba tan mareada que
vomité estrellas. Giraba dentro de la burbuja a toda velocidad.
No sabía exactamente donde
terminaría, pero lo importante era que había salido de la tierra. Sorteando
vientos, nubes y aparatos de motor.
Estaba recreándome en la Vía
láctea cuando vi un objeto negro acercándose peligrosamente a mi burbuja. ¡No
podía ser! Parecía una especie de bicho, un mosquito alienígena, para ser más
exactos.
El bicho estaba rodeando la
burbuja, escudriñando, buscando un lugar para poder acceder a mí.
Se posó en la superficie de
la pompa, yo cerré los ojos y crucé los dedos para que no se estallara.
Ahora lo podía ver muy bien,
era de un color dorado antiguo, se parecía a una avispa.
— ¡Oh, oh! Con aguijón
incluido. ¿Pero quién me ha dejado salir al espacio en una burbuja de jabón
inestable? ¿Estáis locos?—
Dejé de respirar por unos
instantes, rogando que el bicho en cuestión se largase.
Dio otro paseo alrededor de la burbuja y salió
volando. Sin despedirse.
Por supuesto, yo lo
agradecí. Y mi corazón también, latía a toda velocidad.
Me di cuenta de que me
acercaba a un planeta. ¡Estaba fuera de mí!
Era de color grisáceo,
parecía frío y árido. Sin un ápice de vida.
¡Vaya por dios! Mi primer
planeta y tenía que ser la Luna.
Notaba la atracción que ella
hacia sobre mi cuerpo. Cada vez me acercaba más y cogía mi aparato más
velocidad.
Me aproximaba a su pequeña
atmósfera, hecha de neón, lo que hacía que resplandeciese y me atrajese aún
más.
Cerré los ojos, no sabía que
reacción tendrían esas partículas en mi frágil nave. Y me dejé llevar.
Aunque tenía los ojos
cerrados, podía sentir la velocidad. Me recosté contra la pared y esperé el
impacto.
El golpe fue muy fuerte,
choqué contra un cráter. Al dar contra él, mi vehículo no paró, perforó la
tierra y fue penetrando hacia los adentros de aquel planeta muerto.
Todo era oscuridad,
rozamiento y polvo. Empecé a ver una luz muy brillante, me acercaba muy
rápidamente. Era una abertura en la tierra e iba a caer por ella.
Lo único que podía hacer era
chillar, no me daba el cerebro para más.
Caí en una especie de lago,
era una cueva gigante llena de estalactitas. Estaba flotando en el agua, cerré
los ojos para intentar asimilar lo que estaba pasando.
— ¡Joder! ¿Qué era toda esta
locura?—
La burbuja llegó a la orilla
del lago, donde se rompió.
Quedé sentada en la orilla
del lago con el culo mojado. ¡Y sin transporte de vuelta!
Me levanté y di una vuelta
alrededor mío. A dos pasos de mí había un objeto negro, no se movía. Parecía
una roca, me fui acercando, tuve que pararme y frotarme los ojos.
¡Era un sombrero de copa!
¿Qué hacía esto aquí? ¿Quién lo habría perdido? ¿Había gente en la Luna?
Oí un sonido metálico, miré
hacia donde se había producido el ruido. ¡Los ojos ya no se podían salir
más de mis órbitas!
Había una puerta de hierro,
la cual no estaba anclada a ningún sitio. Estaba posada en el suelo y a cada
lado de la puerta había trozos de un posible muro o edificio.
La puerta estaba entreabierta
y despedía una cálida luz.
Me acerqué despacio, mirando
hacia atrás, para cubrirme las espaldas.
Cuando iba a tocar con mi
mano la puerta, del interior salió una cara.
Me asusté, no tenía ojos, ni
boca… ¡Estaba vacía!
— ¡Hola, te estaba esperando!—levantó
la mano el engendro.
Me quedé sin habla, mi
cerebro ya no daba más de sí. Vi como la persona recogía la chistera y se la
colocaba en la cabeza.
— ¿Dónde estoy?—Balbuceé.
—Bienvenida a Andropéa,
conocida vulgarmente por los humanos como la Luna. Sígueme, por favor.
—Estooo, yoooo—mi cerebro
seguía muerto.
Le seguí a través de la
puerta, no se veía nada. Había demasiada luz. Escuché como se cerraba la puerta
de un golpe. Era un túnel, pues tocaba paredes a ambos lados, estaban húmedas y
calientes.
La pendiente cada vez era
más inclinada, me resbalé y caí patinando con mi trasero, llevándome por
delante al Engendro.
Nuestros cuerpos fueron
haciéndose una madeja de piernas, brazos y cabezas. Rodamos durante unos
minutos hasta que dimos contra una pared.
Él, estaba encima de mí, me
aprisionaba con su cuerpo. Me acercó su cara hasta que casi ya no podía
respirar. Era terrorífico mirar a alguien sin rostro, como mirar a la nada.
De pronto empezamos a
levitar, estábamos en la burbuja, uno junto al otro. Cogiendo altura y
elevándonos hacia arriba. ¡Volvía a empezar! Y todo me resbalaba.
— ¿Qué está pasando? ¿A
dónde crees que me llevas?—me gritó el engendro.
— ¡No sé por qué piensas que
yo te llevo a algún sitio!— le chille. No tengo ni idea de hacia dónde vamos.
Si haces por recordar, estábamos los dos ahí abajo.
Miraba esa cara vacía y me era muy familiar, me
sentía a gusto con su presencia.
—Tú llegaste en esta
burbuja. ¿Recuerdas? —Me miraba sin mirarme.
—Sí, pero yo...estaba
divagando sobre las gotas y lo que haría si yo pudiera...y comencé a flotar.
Por cierto hablando de raritos, tú no eres muy normal ¿no?—le dije con
sarcasmo.
Él me agarró por los hombros
y mientras me zarandeaba, su cara empezó a brillar, veía a través de ella.
Había caras: sonrientes, tristes, enfadadas, angustiadas...
— ¡No entiendes que eres tú
la que imagina y la que nos tiene metidos en este limbo!—chillaba el engendro
sin boca.
—Tranquilo, déjame pensar,
tiene que haber alguna forma de volver cada uno a su vida normal— Ada cogió una
horquilla del pelo y sin más pinchó la pompa que los sostenía.
—Agárrate, vamos a salir de
esta ensoñación—Y agarró la mano a ese personaje que estaba con ella.
Los dos cayeron al vacío
chillando y se perdieron en la más absoluta oscuridad...
Abrió los ojos, estaba
dolorida. Miró a su alrededor, rezando para que estuviese en algún sitio
conocido. Pero no fue así, estaba en un cubículo triangular, sin puertas ni
ventanas. En una de las esquinas había una persona hecha un ovillo.
No lo pude soportar más, me
abalancé sobre él, sabía quién era. Era todo lo que no quería, todo lo que
odiaba de mí, mis dudas, mis pesares, mis tristezas.
— ¿Por qué me persigues? Le
di la vuelta, su cara era agua, era mar, se desbordaba y yo no sabía cómo parar
aquello.
No podía apartar la vista
del engendro, el agua salía a borbotones.
Le tenía cogido entre mis
brazos. Le oía murmurar:
—Ya tienes lo que querías,
me has saturado, me has desbordado..."me decía con voz muy cansada"
— ¿No entiendo lo que me
dices, qué puedo hacer?— dime algo por favor, insistí.
El agua iba llenando la
estancia triangular, estaba construida
con mármol blanco, eran losas muy frías al tacto, tenía todo el cuerpo
de punta.
El agua era salada,
cristalina e hipnotizadora.
El agua comenzó a moverse,
algo nos succionaba hacia las profundidades de la pirámide.
Agarré al engendro y me dejé
tragar por el abrazo salado del agua.
Tenía los ojos abiertos, era
muy agradable estar entre sus brazos, no hacía falta respirar, veía pasar las
burbujas de mi nariz por delante de mí.
Era tan absorbente...
—Abre los ojos— Me decía una
voz.
—No quiero, estoy muy bien
así. No voy a seguir con este juego, estoy muy cansada de ir de un sitio a otro
sin ningún sentido.
—Por favor, señorita
necesito que abra los ojos y se levante del suelo. Mi turno termina a las seis
y necesito acabar este suelo.
—Abrí los ojos, con vergüenza, no sabía dónde había aparecido
está vez. Ni qué me iba a encontrar.
Era una estancia metálica,
rectangular, con tuberías que subían y bajaban.
Hacía frío, había varias
personas en la habitación, todos llevaban un mono blanco con un logo en la
espalda: ONA.
Me levanté despacio y fui
hacia una de las ventanas que había.
No podía ser, estaba en el
espacio...
Estaba abstraída, mirando al
infinito. Sentí una mano en mi hombro, me recorrió un escalofrío por todo el
cuerpo.
— ¿Cómo se encuentra? El
golpe que recibió ha sido bastante fuerte, tiene suerte de estar viva, me llamo
Noél.
—Perdone, pero no sé de qué
me está hablando. ¿He tenido un accidente? ¿Dónde estoy?— le pregunté cada vez
más confusa.
— ¿Noél, puedes venir un momento?
Desde lejos alguien le llamó.
—Perdona, ahora vuelvo— se
alejó sonriente.
Volví la mirada hacia la
ventana, me sentía relajada, después de todo lo que había pasado. ¿Por cierto
qué es lo que había pasado?
La puerta era gigantesca, de
cristal translúcido, Noel hizo un gesto con la mano en dirección a la puerta y
esta se abrió.
Le miré estupefacta, él
sonrió y me indicó que entrase.
Era un pasillo larguísimo,
no se veía el fin, había puertas a ambos lados y en cada puerta un cartel con
una inscripción.
Caminamos hasta la mitad del
pasillo, hacía frío, comenzaba a tiritar. Él iba delante de mí, era muy alto y
atlético. Se paró delante de una de las puertas, se giró hacia mí.
— Este será tu aposento,
dentro hay todo lo necesario para que te pongas cómoda. Vendrán a por ti dentro
de media hora.
Y se alejó sin darme tiempo
a preguntarle nada...
— ¿Asearme para qué, quién
va a venir a por mí y por qué?— mientras pensaba todo esto, abrí la puerta de
la habitación.
La abrí con esperanzas de
encontrar sólo una habitación. Y en cierta forma lo era. Las paredes eran
transparentes, con lo cual veía el espacio exterior, estrellas, planetas. Era
una imagen preciosa a la vez que acongojante. Digo esto porque la cama, los
muebles parecían flotar en el espacio...
Encima de la cama había un
mono blanco con la palabra ONA. Miré mis ropas, estaban hechos harapos. No
recordaba que había pasado con ellas.
Me la quité, necesitaba una
ducha, entré en el baño. Me acerqué a un espejo gigantesco que colgaba de la
pared. Veía mi cuerpo desnudo, tenía todo en su sitio, piernas, brazos,
pechos...
Cuando llegue al rostro me
quedé de piedra.
— ¿Quién era esa mujer que
reflejaba el espejo? “Tenía que estar defectuoso", lo limpié con una
toalla y volví a mirarme en él.
— ¿Quién demonios era esa
persona que se reflejaba en él? ¿Me estaba volviendo loca?
Mientras intentaba recordar
cómo era mi imagen en el espejo, de él salieron dos manos que me agarraron
fuertemente por los hombros, arrancándome del baño y adentrándome en el espejo.
No pude más que chillar y dejarme llevar por la descomunal fuerza de aquellos
brazos.
Otra vez oscuridad…
Me tenía entre el espejo y
la pared, podía ver el baño donde había estado hace un segundo.
Los brazos que me habían raptado
tenían cuerpo, era el de Noel. Sí, ese personaje amable, el cual me llevó hasta
la habitación momentos antes.
Ahora me aprisionaba. Yo no
podía casi respirar, mi corazón iba a salirse de un momento a otro.
Él me sonreía y acariciaba
mi cuello, poniéndome todos los pelos de punta.
— ¡Bienvenida al infierno!—
me susurro— bajó su cabeza hacia mi cuello y comenzó a besarme...
Desee con todas mis fuerzas
no estar ahí, no respirar el mismo aire que respiraba él.
No rozar su piel con mi
piel. Las cosas hacía tiempo que se habían salido de quicio.
Me acerqué a sus labios y le
mordí, atravesando su caliente carne...
De pronto se tornó todo de
color púrpura, me relamí los labios salados por la sangre.
Mientras desaparecía entre
la oscuridad, pensé que él hubiera sido un buen amante.
Me desperté en la habitación
de la nave, estaba encima de la cama. Tenía puesta una camisa la cual me hacía
tener las manos atadas a la espalda.
Era todo un sinsentido...
Desde el otro lado de la
habitación dos hombres la observaban.
— ¿Doctor cree que la
recuperaremos?
—No lo sé Noel, sólo depende
de ella.
Se alejaron caminando
despacio. Mientras, en la habitación quedaba el cuerpo vacío. De una mujer que
fue.
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